La Real Academia Española (RAE) nos ofrece al menos tres definiciones sobre el término política: 1) Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados; 2)Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos; 3) Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo.
Estas acepciones o significados muestran claramente la relación directa que hay entre el ciudadano y la política. Por lo tanto, uno de los mayores desafíos que tenemos como sociedad es participar activamente en la política, haciendo contraloría de los asuntos públicos, liderando las relaciones entre los ciudadanos y el Estado, o ambas.
La política forma parte de nuestra vida. Caer en afirmaciones como “yo no soy político” (quizá con la intención de decir que no se es “politiquero”, o sea, alguien que trata a la política con superficialidad o ligereza, o que “hace política de intrigas y bajezas”, según la RAE), es negar nuestra propia participación como seres sociales, como ciudadanos con deberes y derechos. Las decisiones políticas inciden de manera directa e indirecta en las decisiones individuales y familiares de todas las personas.
En el momento en que un conjunto de ciudadanos deciden participar, no solo como contralores sino como defensores de algún derecho o como proponentes de políticas públicas para el beneficio de la comunidad, un municipio, un estado o el país, tienen la facultad para asociarse libremente en torno a sus valores, es cuando surgen las organizaciones ciudadanas que precisan incidir con fuerza en las decisiones públicas. Unas de esas organizaciones son los partidos políticos, que además de presentar propuestas a la sociedad para la solución de los problemas que nos afectan a todos, también presentan nombres de ciudadanos que están dispuestos a ejecutar las propuestas desde el gobierno.
La existencia de estas organizaciones, en especial la de los partidos políticos, amplía la contraloría ciudadana. Pero también es necesario que quienes no participan e incluso quienes participan en ellas, se mantengan atentos observando que realmente cumplan con su rol y con las promesas que realizan cuando solicitan la confianza de los electores al momento de producirse las elecciones, en las que todas las personas escogen quienes van a dirigir la cosa pública, en otras palabras, el Estado.
Como ciudadanos debemos asumir con mucha responsabilidad nuestra participación y contraloría política. Para ello es necesaria la formación constante que permite alcanzar mayores niveles de conciencia sobre nuestro rol y poder en la sociedad. Los avances tecnológicos ofrecen además herramientas novedosas que aumentan la posibilidad de incidir en toma de las decisiones públicas.
Como líderes debemos entender los cambios que se están produciendo en la sociedad a nivel mundial, manteniéndonos apegados a nuestros valores de libertad, justicia, responsabilidad, mérito y honestidad, así como también aumentar cada día nuestra capacidad en gerencia, planificación efectiva, transparencia, negociación real, trabajo en equipo, articulación con otros actores políticos, económicos y sociales, generando así redes de confianza, percepción y sensibilidad ante el entorno y alineados con los intereses de la gente.
Por lo tanto, ciudadano y política son dos términos inseparables, en la medida en que las personas ejercen su ciudadanía aumenta su accionar político, su nivel de incidencia en el espacio público aceptando o rechazando la acción del Estado, proponiendo o refutando desde su comunidad u organización políticas públicas, liderando o participando en procesos políticos, económicos y sociales.
La política la hacen los ciudadanos… la política buena la hacen los buenos ciudadanos. Entonces, ¡hagamos política!
Martha Hernández
Coordinadora Regional Mérida Vente Venezuela